El ArMaRiO
Pues eso.
La ambigüedad desapareció. De nuevo podía pasear por el pueblo como un proscrito, adivinando en la condena muda de los otros la señal indeleble que le marcaba. La ilusión de libertad se había desvanecido al fin, y la prisión atenuada era simplemente prisión: encierro de límites vagos pero reales, mecanismo sabiamente dispuesto para impedir la doble fuga, corporal y anímica. El horizonte marino, todo cuanto amurallaba aquel paisaje olvidado de Dios y arruinado por el mal gobierno del hombre era menos sensible que el vacío creado por la desconfianza y el miedo, las miradas recelosas y furtivas, los saludos esbozados apenas, las conversaciones breves e insignificantes. Solitario encerrado en tierra cautiva, más solitario aún puesto que la presencia ajena multiplicaba a cada instante el aislamiento tal el eco bárbaro de un grito bajo una inmensa bóveda, podía considerarse gozosamente el destierro como una cárcel, la cárcel como el camino de la libertad, la libertad como sola meta del hombre.
(J. Goytisolo)
El foso abierto entre tú y ellos.
Tal era el margen, espacioso, de tu libertad.
(J. Goytisolo)
¿Y por qué estos hitos navideños son hitos en sí?
Pues porque hace meses que no me enfrentaba a nada, y no obstante la cagada en la entrepierna, a estas dos gilipolleces me enfrenté.
Así que, a partir de ahora, todo va a ir bien.
Otro de los hitos que han tenido lugar estas navidades (si no lo cuento hoy, no lo cuento, y el plural me destrozará la autoestima cada vez que lo vea), es que el otro día fui a encuadernar a la papelería un documento que me bajé de internet. Y ustedes dirán: "¿y ánde está el hito?". Pues en que el documento no era otro que...
¡¡este!!
Buff. Mu fuette.
El caso es que, de nuevo, se comprueba cómo me he convertido en una cobarde inmunda. Porque, tal y como yo me decía de camino a la papelería, si fuera una médica interesada en llegar a TODAS mis pacientes, encontrar ese documento habría sido una suerte, y lo iría a encuadernar de una manera muy digna y muy profesional. El problema es que, aunque el papelero no sepa si soy o no médica, YO SÉ QUE NO, y por eso la cobardía me mordisqueaba los higadillos mientras subía por la cuesta.
Una vez allí, el pánico se apoderó de mí durante unos segundos, cuando me vi rodeada de un padre, un hijo, una adolescente, un señor muy serio, y una señora con un bebé. Múltiples imágenes inundaron entonces mi mente: yo le entregaba el documento al papelero con tan mala pata de que él leía la portada, me miraba con cara de asco y empezaba a gritar que no quería clientela pervertida en su tienda, y que me largara de allí. Mientras el papelero hacía lo susodicho, agitaba las hojas en sus manos, de forma que se terminaban desparramando por el suelo, y todo el mundo podía ver las diversas fotos de ¡oh dios mío! mujeres abrazadas, tetas, pelos cortos... ¡¡e incluso una medio punky!! Acto seguido, la señora del bebé chillaba mesándose los cabellos y el bebé se ponía a llorar; la adolescente miraba las tetas con lascivia y el señor muy serio me acusaba con el dedo de corromper a la juventud; el padre le jaleaba y me escupía y el hijo se escondía detrás de sus piernas mientras los labios le temblaban de pánico y horror. Tras semejante despliegue de medios, yo salía corriendo de la papelería, con las melenas al viento y las hojas del documento revoloteando a mi alrededor. Me caía por las escaleras, me chocaba con tres viejos, me dejaba la piel en varios arbustos y estaba a punto de morir atropellada por un camión. Para cuando conseguía llegar a mi casa, la voz se había corrido por todo mi barrio (que para eso es como un pueblo), así que esa misma noche venían cienes de vecinos a buscarme, armados con las pertinentes horcas y antorchas (el linchamiento de la medusa aún permanece vivo en mi interior), al grito de "¡extirpemos el mal que destroza nuestro mundo!" o algo así.
Lo que realmente pasó fue: de una manera un tanto misteriosa, todos los clientes habían desaparecido para cuando me tocó a mí, y el papelero sólo me preguntó la nada malintencionada ni significativa pregunta de "¿tapa dura o normal?". Yo, por mi parte, miré de manera compulsiva al suelo durante los escasos dos minutos que tardó en realizar la operación, y después de pagar, salí de allí corriendo y jadeando de la vergüenza y el horror. Casi fenezco en las escaleras, eso sí, pero desde entonces disfruto de la lectura de un documento muy especial.
Estas navidades se han producido varios hitos que indican a una mente privilegiada como la mía que este año va a ser un buen año. El primero de ellos fue que me hice la prueba del SIDA.
A mi favor diré que, desde una vez en la que tuve un amago de desastroso encuentro hetero-sexual, me comía la cabeza pensando que, para lo que hice y para lo que sentí y para darme cuenta de que era lesbiana unos meses después, seguro que encima me contagiaban lo peor de alguna manera misteriosa y desconocida hasta entonces, por boba.
Por supuesto, he pasado dos años encontrándome síntomas de sabe dios qué.
En mi contra diré que fue _olika_ la que me arrastró hasta el camión, lo cual da prueba, una vez más, de que me he convertido en una cobarde inmunda, y de que ella ya sabía que el camión estaría allí y llevaba semanas preparándose psicológicamente.
No obstante... ¡¡gracias, preciosa!! ¡¡eres todo valor y determinación!!
Por si alguien a quien pueda interesarle no lo sabe ya, diré que las dos dimos negativo. ¡¡Vivaaa!!
El caso es que, en esto como en el puño del Dalai Lama (véase post anterior), cada una ve lo que quiere y lo que le obsesiona. Y lo que yo vi y me obsesionó es que, de todas las preguntas del cuestionario previo, la que menos me turbó fue aquella en la que me preguntaban acerca de mi orientación sexual (y casi me da un patatús al contestar).
Claro que la pregunta estrella, que paso a comentar, fue la siguiente: "¿Utilizas preservativo?". Sí, una pregunta inocente donde las haya, cuya respuesta podría explicar muchas cosas y llenar muchas estadísticas, y que además atañe al 95% de la población. El problema es que, cuando una pertenece a ese 5% de ultramarginadas, se cabrea.
Y miren que a mí el anuncio ese del Ministerio de Sanidad, a saber, el de "El lugar no importa, la luna es imprescindible", me parece muy bueno. Pero también me parece que, en un cuestionario, no cuesta nada preguntar: "¿Utilizas algún método anticonceptivo de barrera?". Y si tanta gente inculta hay por el mundo, que pongan entre paréntesis "preservativo, guantes, etc.", para que me vaya a casa contenta sabiéndome incluida por una vez.
Además, en cuanto se practica sexo con una mujer y se va más allá del coito (y yo les deseo a todas las mujeres del Universo que en sus parejas vayan más allá), el preservativo ya no es efectivo (mira qué eslogan más guay). Y aunque las mujeres contagiemos las ETS mucho menos que los hombres (o eso me han dicho), también las contagiamos. Y ahora que me expliquen aquellos y aquellas que practican sexo no-coital a mujeres cómo leches reflejan en el puto cuestionario que ellos o ellas se protegen la mar de bien. Porque la realidad es que quedas de idiota, y aunque sólo sea porque en ese caso estamos más del 5%, se lo podían replantear.
En relación con esto, me viene a la cabeza una frase lapidaria que escuché una vez de boca del personaje seropositvo de "Queer as Folk", el cual, muy acertadamente a mi juicio, advertía a mi querida reina de la noche cómo solemos pensarnos que el SIDA es como el genio en la botella, que si no la abrimos no sale, y que sin embargo suele campar a sus anchas sin respetar nuestra voluntad. Por eso, en un mundo al que le presupongo riqueza sexual, me fastidia comprobar que no se vaya más allá del preservativo.
Y sin embargo, sé que gran parte de los contagios se producen por no hacer eso que yo considero obvio. Pero no por ello quisiera olvidar (ni que se olvidara) a aquellos y aquellas que hacemos "otras cosas" y que podríamos no estarnos protegiendo porque nadie se acuerda de explicarnos qué protección utilizar para "esas cosas".
En relación con esto otro, me viene a la cabeza una anécdota lésbica. Y es que no sé dónde leí una asombrosa queja acerca de la información sobre las probabilidades de contagio del SIDA en diferentes prácticas. Y curiosamente, apuntaban que el cunnilingus aparecía como una práctica de bajo riesgo en manuales de sexo heterosexual, mientras que en manuales de sexo lésbico no aparecía. Lo cual resulta exasperante, porque 1) ¿qué quiere decir exactamente "bajo riesgo"? y 2) ¿por qué entre heterosexuales sí y entre lesbianas no?
En fin. Reivindicaciones marginales de minorías marginales, pero necesitaba matizar.
Su Santidad se opone a la violencia y discriminación basadas en la orientación sexual y la identidad de género, y exige respeto, tolerancia y el reconocimiento pleno de los Derechos Humanos para todas las personas.
(Extracto de la carta enviada por el Dalai Lama a la ILGA, Asociación Internacional de Gays y Lesbianas, en marzo de 2006).
Y Perceval miró a su alrededor, extrañada.
Nunca había visto un frente de batalla circular.
Cuando le ponga a mi portátil de todo lo bueno y aprenda a conectarlo en red, temblarán todos los journals del Universo.
Mientras tanto, seguiré escribiendo posts fabulosos en mi flamante teclado cerebral.